En primer lugar, queremos agradecerte a vos Monse, por la apertura y docilidad al Espíritu Santo que nos permitió realizar esta experiencia de vida comunitaria. Por la humildad y sencillez con que compartís tu cotidianidad con nosotras que nos permite hacer experiencia concreta de la sacramentalidad del obrar de Jesús Resucitado en tu vida. Por el amor, paciencia y esperanza de Padre con que nos abrazas en nuestras caídas y debilidades. Si tuviéramos que poner en una imagen como Dios te usa en nuestro camino, sería acompañándonos de la mano hacia Jesús.

También agradecerles a todas las Nazarenas de María por su entrega generosa y su sí silencioso como el de María, que sigue creciendo día a día y que testimonia el amor escatológico en el ahora. Por elegir la pobreza para que su todo sea el Señor, la obediencia para que Jesús diga en todo que sí al Padre y la castidad para que el Espíritu Santo vivifique y potencie la nupcialidad de su unión con toda la Trinidad.

Y especialmente agradecerte a vos Margare, que con tu docilidad y desprendimiento no solo dejaste que cambiáramos las cosas de lugar, sino que permitiste que el Resucitado nos reciba y una con amor de familia. Con muchísima paciencia, respetando los tiempos y las formas de cada una nos ayudas a dar lo mejor de cada una. GRACIAS!

Gracias a todos los que nos han acompañado y acompañan en esta respuesta de amor, especialmente a nuestros padres y hermanos que sin la necesidad de entender el cómo o por qué no han dejado de decirle que sí a Dios desde el primero, nuestra venida al mundo, hasta ahora acompañando en el amor cada paso que damos. Y a cada Nazareno que intentando vivir la unión con Dios permite que Jesús nos haga verdadera familia.

Y lo más importante, agradecer a Dios porque nos miró y nos amó y nos permite gustar cada vez más de sus profundidades y penetrar en su misterio de amor.

Gimena y Sara